jueves, 7 de julio de 2011

GRADOS DE LA FELICIDAD

Primer grado: Disfrute 

 Experimentar momentos de deleite, placer emocional. Recostarse plácidamente en la arena, olvidando todos los problemas, para tomar el sol. Estos sentimientos pueden provenir de muy diversas fuentes: un paseo en bicicleta, una hoguera con los amigos, la contemplación del cielo en una noche estrellada.

No está mal, desde luego, escapar de los problemas de vez en cuando para airearse, pero no debemos confundir estas «escapadas» con la verdadera felicidad. La experiencia nos enseña que la superficialidad suele desembocar en la insatisfacción. 

Segundo grado: Alegría 

La alegría y el gozo son muy parecidos; a veces no se pueden distinguir. Sin embargo, hay entre ellos tres diferencias notables: 1. La alegría puede ser ilusoria, mientras que el gozo es siempre auténtico. 2. La alegría es transitoria, mientras que el gozo es permanente. 3. La alegría sigue siendo, esencialmente, un sentimiento, mientras que el gozo es un estado habitual, un modo de ser. 

San Agustín distingue muy bien entre la alegría y el gozo. Para él, el gozo es «la alegría en la verdad»; la alegría puede ser provocada por una causa buena o mala, mientras que el gozo siempre es fruto del bien (porque es en la verdad). Uno puede sentir alegría al pecar. Un esposo adúltero puede sentirse «alegre» cuando se encuentra con su amante en una cita clandestina. Un atracador de bancos puede sentir «alegría» cuando logra un golpe perfecto, dejando a la policía totalmente confundida. Hay una alegría buena (que brota de las cosas buenas) y una alegría perversa (que brota de las cosas malas). 

Quien peca puede sentir alegría, pero no gozo. El pecado es una forma de mentira; el gozo se funda en la verdad.

 
Tercer grado: Paz 

La paz es el tercer grado de felicidad. Consiste en la ausencia de conflictos, divisiones y de todo aquello que pueda perturbarnos o inquietarnos. La paz es ausencia de temores, angustias, dolores o lágrimas; la paz es reposo después del tráfago del día, serenidad después de las prisas, tranquilidad después de reconocer los fallos cometidos; la paz es eso que se experimenta cuando al final todo se arregla. 

Podríamos decir, incluso, que la paz y la felicidad son la misma cosa. De hecho, en la Sagrada Escritura se entiende la paz no sólo como la ausencia de todo mal, sino también como la presencia de todo bien. Para el hombre de nuestro tiempo, la paz se asocia normalmente con el reposo y la liberación de todo esfuerzo. En este sentido, la paz es necesaria para la felicidad, pero no es la felicidad en sí misma. La felicidad es un bien real, y no sólo la ausencia de otra cosa. 


Cuarto grado: Gozo 

Boecio, uno de los más grandes filósofos cristianos, describe la felicidad como «el bien que, una vez alcanzado, no deja espacio para desear otra cosa. Es la perfección de todos los bienes y contiene en sí todo lo que es bueno». Más adelante añade: «La felicidad es el estado perfecto por la posesión de todo lo que es bueno». Esta es la verdadera y perfecta felicidad. Esto es lo que en realidad anhelamos. El gozo consiste en poseer y disfrutar el bien.

La felicidad no consiste en tener todo lo que uno quiere. No siempre queremos lo que nos puede hacer felices. Para ser felices, necesitamos no sólo poseer lo que queremos, sino aprender a querer lo que es bueno. 




No hay comentarios:

Publicar un comentario